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Una corta composición religiosa, tipo ershemma, de 41 líneas, traduce una elegía elevada por la diosa Inanna en recuerdo de su esposo Dumuzi, a quien había ido a buscar a la estepa, ignorando su muerte a manos de unos demonios. Pleno de simbolismo (montañas como lugar de los muertos, un misterioso Bisonte equiparado a la propia Muerte), el texto sumerio traduce las creencias, envueltas por el temor, que los primitivos habitantes de Mesopotamia tuvieron del Más Allá.
Mitos de Inanna
Inanna y Dumuzi
La joven Inanna acudió a la estepa a encontrarse con Dumuzi. Acudió al redil a encontrarse con Dumuzi. Pero allí lo encontró ¡muerto! Al verle Inanna elevó un amargo lamento por su esposo:
-Se ha ido mi esposo, se ha ido mi amable esposo. Se ha marchado mi amor, mi tierno amor. Me han arrancado a mi querido esposo.
El auroc muerto ya no vive. El auroc muerto, Dumuzi, ya no vive. En efecto, el auroc salvaje ha muerto. El conductor del rebaño, el señor, ya no vive. El auroc muerto ya no vive.
Tras sollozar durante largo tiempo, sin poder contener las lágrimas, Inanna seguía diciendo:
-Mi marido, el marido escogido por la reina, ya no vive, mi único ya no vive, el conductor del rebaño ya no vive. El señor del Arali ya no vive. El marido escogido de Inanna ya no vive, el señor del Emush, el templo principal de Badtibira, ya no vive, el hermano de la señora Geshtinanna ya no vive, el que hacía crecer lozana a la tierra ya no vive, el señor, la soga del ancla de la tierra, ya no vive.
Después, dirigiéndose a Dumuzi que allí yacía, le dijo:
-¡Oh, tú, toro salvaje, cuán profundamente duermes! ¡Cuán profundamente duerme la oveja y el cordero! ¡Oh, tú, toro salvaje, cuán profundo es tu sueño! ¡Cuán profundamente duermen la cabra y el cabritillo!
Tras andar de un lado al otro del redil, nerviosa y golpeándose el pecho en señal de duelo, se dijo en voz alta:
-Preguntaré a las colinas y a los valles. Preguntaré a las colinas del bisonte: “¿Dónde está el joven, mi marido?”. Le diré: “¿Dónde está aquél al que ya no sirvo comida? ¿Dónde está al que no le doy bebida?”. También le diré: “Y mis encantadoras doncellas, ¿dónde están? Y mis encantadores criados jóvenes, ¿dónde están?”. Eso diré.
Una voz desconocida le resonó en el interior de su corazón doliente:
-¡El Bisonte se ha llevado a tu marido arriba, a las montañas! ¡El Bisonte se ha llevado a tu joven arriba, a las montañas!
Inanna no dudó en impetrar al Bisonte, símbolo de la muerte
-¡Bisonte de las montañas, de ojos moteados! ¡Bisonte de las montañas de dientes que rechinan! ¡Bisonte! Habiéndotelo llevado lejos de mí, habiéndotelo llevado lejos de mí, habiéndote llevado a quien no sirvo ya comida, ni bebida, habiéndote llevado también a mis encantadoras doncellas y a mis jóvenes criados, ¿qué has conseguido? ¿Por qué ese dolor? Te ruego, sin embargo, piedad. Al joven que apareció lejos de mí, a manos de tus hombres, al joven Abu que pareció lejos de mí,a manos de tus hombres, no le elimines su encantador aspecto. No le hagas abrir su encantadora boca con un temblor de miedo. En su regio sillón has hecho que se tumbaran los chacales, en el redil de mi marido has hecho que habite el cuervo, su flauta tendrá que tocarla el viento, las dulces canciones de mi marido tendrá que cantarlas el Viento del Norte. ¡Ten piedad con el joven a quien tanto he amado!
Mitos Sumerios
Bibliografía
- Federico Lara Peinado (2017). Mitos De La Antigua Mesopotamia: Héroes, dioses y seres fantásticos. El Toro Salvaje que ha Caído (pag.344). Editorial Dilema. ISBN 8498273889.