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Introducción por Diane Wolkstein
En las primeras tres líneas del «árbol huluppu», nos encontramos con el rasgo estilístico predominante del Ciclo de Inanna: la repetición. Se repiten las palabras, se repite la estructura de la oración; y a través de esta lenta, estudiada, casi hipnótica repetición somos transportados a otra región, la región intemporal de los dioses, el alma y los orígenes de la vida.
Todos los relatos en esta colección están conectadas a un fundamento religioso acerca del cual, excepto por los relatos y los himnos, desafortunadamente tenemos muy poca información (factual). No obstante, debemos aproximarnos a estos relatos como a narrativas sacras, exploraciones espirituales sobre el lugar de los dioses y la psique humana en el universo.
En todos los relatos hay un enfoque sobre tales conceptos espirituales como regla, destino y los me (la cultura sagrada de Sumeria). De una manera similar a la escultura de la época, los relatos sumerios tienen una calidad severa, cruda, de ojos abiertos de par en par, como si el poeta estuviera tratando de penetrar a través de las meras esencias de la vida con el objeto de ver “lo que es“, para entender de qué está hecho todo, y cómo y porqué.
Poemas sumerios
Desafortunadamente, el sacerdote sumerio ya no existe, para ilustrarnos acerca de la terminología ambigua o explicarnos los símbolos y rituales. Adicionalmente, ni siquiera sabemos en qué período fueron creados los relatos. Pudieron haber sido creados en cualquier momento entre el año 1900 al 3500 a.C., o aún antes. Sin embargo, a pesar, o muy probablemente por sus raíces sagradas, los relatos siguen manteniendo una atracción muy poderosa sobre nosotros.
Cuando los he narrado, las respuestas de la audiencia han sido sorprendentes: “Me sentí como lo hice la primera vez que entré en la catedral de Chartres”, o “Fue como ir atrás de un espejo”. Y durante la narración – especialmente en los momentos de repetición tales como la segunda o tercera vez que el relato de Inanna se narra en el “árbol huluppu”, o durante los siete despojos en “El Descenso de Inanna” – yo, también, he sentido la extraña cualidad de autodescubrimiento de estos relatos, como si estuviera saliendo del marco narrador – audiencia hacia un lugar del alma más profundo, más eterno.
Estos comentarios han sido escritos en respuesta a las muchas preguntas de los oyentes: “¿Quién es el ave Anzu (Imdugud)?” “¿Por qué fue Inanna al inframundo?” “¿Por qué sentenció a su marido a la muerte?” Mis pensamientos no son de ninguna manera definitivos, sino sólo respuestas al trabajo con el material. Debía responder. Así lo hice, primero tratando de tomar en consideración el contexto sumerio para los símbolos, tanto en su aspecto literario como en el cultural, y luego confiando en corazonadas, especulación e intuición de narrador oral.
El Árbol Huluppu
El Árbol Huluppu es uno de los primeros relatos registrados del génesis del mundo. Tal pretensión, sin embargo, no debe llevarnos a pensar que primero signifique “primitivo” o desinformado. El arte y el pensamiento de los sumerios y acadios tenía una enorme amplitud, sofisticación y variedad en su representación del universo. El escultor sumerio, que deseaba exaltar las muy tangibles delicias del amor, podía retratar realísticamente a una mujer y un hombre abrazándose.
El artista sumerio, que buscaba representar los aspectos aterradores, impenetrables y aprisionantes de la serpiente, pudo elegir la representación de su sujeto en una forma decorativa, esquemática. De manera similar, el poeta sumerio, que estaba investigando en el “árbol huluppu” el momento de los inicios (Ver Mircea Eliade, Mito y Realidad (Harper and Row, 1963) para la exposición acerca de “primeras veces” y “inicios”) fue capaz de crear una estructura que podía evocar la naturaleza del crecimiento.
Con el objeto de penetrar el cerrado tejido de la tela del poeta sumerio, me he aproximado al relato desde tres puntos de vista: el de la poética del relato, el desarrollo de sus caracteres y su material temático. En sumerio no hay rima. Sin embargo, el intrincado patrón de sonidos de consonantes y vocales y las terminaciones similares y alternantes de verbos y sustantivos da al lenguaje una resonancia musical (Ver Piotr Michalowski, “Carminative Magic: Towards an Understanding of Sumerian Poetics”. Manuscrito inédito.)
Desafortunadamente la riqueza que el sonido tenía en sumerio no es asequible al lector que no sabe leer sumerio; no obstante, podemos comenzar a revelar este relato misterioso al examinarlo desde otro aspecto de su poética. Como ha explicado Adele Berlin: “El ordenamiento diferente de cláusulas paralelas dentro de una estrofa de períodos múltiples produce muchas pautas . . . es aquí. . . que el lector moderno encontrará la belleza y lo intrincado de la poesía sumeria” (Adele Berlin, Enmerkar y Ensuhkesdanna. Philadelphia: The University Museum,1979, p.15.)
El relato inicia con un paralelismo tripartita:
En los primeros días, en los muy primeros días,
En las primeras noches, en las muy primeras noches,
En los primeros años, en los muy primeros años. . .
La repetición de “días” es así retomada en la cuarta y quinta línea, concatenándolas con las líneas previas, presentando, aun así, un nuevo paralelismo equilibrador. Este paralelismo equilibrador tiene el mismo sujeto:
En los primeros días cuando todo lo necesario fue traído a la existencia
En los primeros días cuando todo lo necesario fue bien nutrido. . .
El mismo paralelismo equilibrador del sujeto se continúa en la sexta y séptima líneas:
Cuando el pan se horneaba en los santuarios de la tierra
Y el pan era saboreado en los hogares de la tierra. . .
Cuando, en la octava y novena líneas, el paralelismo equilibrador cambia del sujeto al verbo:
Cuando el cielo se separó de la tierra
Cuando la tierra se hubo separado del cielo. . .
Tenemos el sentido tranquilizante del crecimiento de una cosa en otra. Comprendemos el orden natural de las cosas: una cosa sigue a otra, una cosa fluye dentro de otra, hasta que una tercera línea es añadida al paralelismo equilibrador que contradice el dístico anterior tanto en sujeto como en verbo:
Y el nombre del hombre fue elegido.
Previamente, el relato de la creación había sido un proceso natural progresivo: La existencia se asentó en el tiempo (líneas 1 – 3); Los aspectos vitales de la vida fueron creados y nutridos (líneas 4 – 7); la unidad del mundo fue dividida (líneas 8 – 9). Pero con la décima línea, y el nombre del hombre fue elegido, la conciencia – artificio, esfuerzo, intención – se inicia.
Mitos de Inanna
Con el acto de nombrar lo que está en flujo, lo que está en movimiento resulta formado y lo que está adentro de vuelve manifiesto. Dar un nombre es traer a la existencia y al reconocimiento. En la mitología india, Brahma creó apariciones de su inconsciente; entonces el guardián del mundo, Daksha, dio nombres a las apariciones para que pudieran ser conocidas y sus funciones asignadas a ellas. En sumerio mu – lugal significa “el nombre del hombre” y también “propiedades que dan vida”.
Dar nombre a algo es traerlo a una segunda (y consciente) existencia. La oración Y el nombre del hombre fue elegido, que ocurre como la tercera parte desorganizadora de un paralelismo (siendo la consciencia siempre un evento trepidante y perturbador), es también la décima línea en el relato mayor de la creación y representa un orden nuevo: el orden consciente de la creación.
Las líneas 11 y 12 retoman el previo y repetitivo paralelismo equilibrador por el verbo de las líneas 8 y 9, sugiriendo una restauración del proceso de creación. Y ahora, como el hombre ha sido nombrado, los dioses, también son nombrados:
Cuando. . . An retiró los cielos,
Y. . . Enlil retiró la tierra. . .
De cualquier manera, la tercera línea del paralelismo, con su nuevo sujeto y verbo contrastante, detiene otra vez la acción del relato y avienta el reflector hacia el significado de la línea 13:
Cuando. . . Ereshkigal, recibió el inframundo como heredad
Así como en muchas mitologías del mundo, 13 es el número de la muerte. Es el número aciago, funesto. En las líneas 11 y 12, los dos dioses masculinos, An y Enlil, tomaron posesión de sus dominios; pero en la línea 13, la diosa femenina, Ereshkigal, recibe su dominio y su destino. Y aquello que le es asignado a Ereshkigal, la Casa de la Muerte, de la Oscuridad, del Deterioro, del Polvo, es la misma región que espera a toda la humanidad.
El flujo de la creación es conducido a un alto, puesto que a pesar de que el nombre del hombre ha sido “elegido”, ¿Qué propósito tiene la vida y la conciencia si todo va a ser desbaratado en la Casa del Deterioro? ¿Quién intentará comprender a la muerte y de esta manera encontrar un sentido a la vida?
La respuesta a la pregunta formulada en la primera sección es dada a medida que el Sabio, el Padre Enki, el Dios de la Sabiduría, entra en el relato al inicio de la segunda sección. El paralelismo progresivo tripartita se repite; pero en esta ocasión, la acción es consumada en dos líneas en vez de en tres:
Él zarpó; el Padre zarpó,
Enki, el Dios de la Sabiduría, zarpó rumbo al inframundo.
El padre que viaja rumbo al inframundo puede ser apreciado de dos maneras: metafísicamente, como el “Dios de la Sabiduría”, y sexualmente, como el Dios de las Aguas (agua significa también “semen” en sumerio). Como Dios de la Sabiduría, Enki emprende la aventura (quest) de confrontar lo Desconocido. Como otras figuras shamánicas que viajan al inframundo, Enki es atacado con piedras y espíritus animales.
Es golpeado y magullado por el inframundo, que es posesivo con su dominio; pero no se regresa. La batalla entre las fuerzas conscientes e inconscientes es encarnizada. Como Dios de las Aguas, Enki zarpa al inframundo, penetrando a Ereshkigal, la Reina del Inframundo, que reacciona levantando tormentas, tirando piedras, devorando y rugiendo.
El suspenso de la batalla entre macho y hembra, consciente e inconsciente, es logrado gramaticalmente al establecer un paralelismo equilibrador tras otro. Toda la segunda sección está hecha de dísticos paralelos. Mientras que en la primera sección el paralelismo equilibrador fluye de sujeto a verbo, aquí no hay variedad en el paralelismo equilibrador de sujeto, ni hay un movimiento hacia un contrario tripartita o un paralelismo sintético.
La repetición de paralelismos refuerza la confrontación: los dos poderes son iguales. No ocurre ninguna resolución sino hasta la tercera sección, donde la respuesta es dada en forma de síntesis. Del encuentro entre el Dios de la Sabiduría y la Diosa del Inframundo, un árbol entra en existencia.
La tercera sección repite el paralelismo progresivo tripartita de la primera y segunda sección, pero ahora, que el tiempo es apresurado, el paralelismo se contrae al espacio de una línea:
En ese momento, un árbol, un árbol único, un árbol huluppu . . .
Cuando la tercera sección se inicia, hemos atravesado el tiempo, hemos encontrado a los dioses, y hemos llegado, con el acto de plantación de la semilla, a la tierra. Pronto Inanna entra y la trama puede empezar.
Los ritmos dinámicos contrapunteados de la estructura continúan a través de todo el relato, creando una red pulsante de tiempo. Cada sección tanto repercute cómo responde a la sección previa. Sólo al final de la primera parte del “árbol huluppu”, cuando se llega a la resolución del dilema de Inanna, los paralelismos variantes de dos y tres partes dan lugar a un paralelismo nuevo de cuatro partes:
Del tronco del árbol él talló un trono para su sagrada hermana.
Del tronco del árbol Gilgamesh talló un lecho para Inanna.
De las raíces del árbol ella formó un pukku para su hermano.
De la corona del árbol ella formó un mikku para Gilgamesh, el héroe de Uruk.
El intercambio entre macho y hembra, entre la diosa, Inanna, y el mortal, Gilgamesh, causa una resolución y una tregua al previo ritmo regular/irregular del relato. Además, el número cuatro, conectado a las cuatro direcciones, al cuadrado, da un sentido de concreción y consumación.
Otro acercamiento a la comprensión del “árbol huluppu” es a través de sus caracteres. Enki y Ereshkigal batallan en el preludio; la trama se inicia con el árbol huluppu e Inanna. El árbol huluppu brota cerca del río Éufrates, pero pronto es golpeado por el Viento del Sur y es empujado hacia las aguas. Si no hubiera sido por Inanna, el árbol en su estado natural de descuido, hubiera perecido. Inanna rescata el árbol de las aguas y lo lleva a un lugar de cultivo.
Sólo después que Inanna ha cuidado del árbol por un período de tiempo en la contención de su jardín, sus deseos en conexión con el árbol emergen. De la misma manera que en la primera sección,
En los primeros días cuando todo lo necesario fue traído a la existencia,
En los primeros días cuando todo lo necesario fue bien nutrido,
La vida debe ser propiamente nutrida y cuidada antes que pueda arraigar y comience a ser diferenciada. Del árbol creciente Inanna desea tener un trono y un lecho brillantes. Sin embargo, en conflicto con estos deseos, el primer hecho que se nos dice acerca de Inanna es que ella teme la “palabra” de An y de Enlil. An, el Dios del Cielo, y Enlil, el Dios del Aire, son los legisladores y ordenadores de Sumeria quienes dirigen los destinos de aquellos en la tierra y en el cielo.
Como Jacobsen ha notado, “Jamás se ha sabido que una orden de An y Enlil hayan sido cambiadas” (Thorkild Jacobsen, Yale University Press, The Treasures of Darkness. New Haven and London: 1976, p. 187.) La “palabra” o destino que esperaba a la joven mujer Inanna es aquello que desea, y también aquello que teme: su trono y su lecho, su dignidad de reina y su madurez como mujer.
Los miedos y los deseos sexuales de Inanna, que son los de todos los adolescentes, están ampliados adicionalmente en el relato de las relaciones de los dioses en el árbol genealógico de Inanna. Por el lado materno, había un sentido de calidez y cercanía; del lado paterno, un sentido de relación más forzado, más controlador y más controlado. El bisabuelo de Inanna, An, el Dios del Cielo, se había unido con su bisabuela Ki (Nammu o Urash), la Diosa de la Tierra.
Nammu había parido a los árboles, a los juncos, a la vegetación y a Enlil. El Arrogante Enlil había violado a la joven Ninlil (forzando su vagina demasiado pequeña) y Nanna, el Dios de la Luna, padre de Inanna, nació. A través de la Diosa Nammu, de la Profundidad Acuosa, An también prohijó a Enki, el Dios del Agua Fluyente y de la Sabiduría. Enki había desposado a Ningikuga, la Diosa de los Juncos, y nació la madre de Inanna, Ningal. Nanna se enamoró de Ningal y ella de él. Fue de esta unión impetuosa y gozosa que Inanna, Estrella de la Mañana y del Atardecer, y Utu, el Dios del Sol nacieron.
Inanna, entonces, desciende de una abuela que fue violada y de una abuela y una madre que fueron amadas. Pero ahora Inanna, que ha nacido de padres divinos, ha descendido a la tierra y espera como “joven mujer” su trono y su lecho. Inanna espera, pero su árbol no le da el fruto que ella desea. En lugar de ello se convierte en la morada de los temores desconocidos e inexpresados de Inanna.
La serpiente, que muda de piel, ha sido conectada desde siempre con el renacimiento. En la Epopeya de Gilgamesh acadia, contemporánea al Ciclo de Inanna, la serpiente roba la “flor del renacimiento” del desatento Gilgamesh. Tanto por su aspecto regenerativo como por su apariencia fálica, la presencia de la serpiente sugiere renacimiento y sexualidad. Más aún, el texto declara que la serpiente “no podía ser hechizada”. Inanna no va a poder aplacar, domesticar ni despreciarla. La serpiente es inmune a las leyes de la tierra.
El ave Anzu era conocida por los sumerios del relato del “Ninurta y la tortuga” (Bendt, Alster, Journal Cuneiform Studies, vol. 24, 1971 – 2, pp. 120ff), en el que el ave Anzu trata de robar los me sin éxito, los atributos de la civilización y del conocimiento, de Enki, el Dios de la Sabiduría. El ave Anzu maduro, descrito en el arte sumerio con grandes alas de águila y rostro de león, desea poder y conocimiento.
Lilith no aparece en otros textos sumerios. Para comprender su naturaleza, debemos considerar varios textos posteriores. En la leyenda hebrea, ella fue la primera mujer de Adán; pero insistiendo en su propia igualdad, se rehusó a copular con él, por que no quería estar debajo de él. Huyó de Adán y permaneció para siempre fuera de relación o regulación humana, poseída por una ávida, insaciable sexualidad. Fue maldita con la muerte diaria de cien de sus hijos demonios, por lo que continuamente y en venganza roba, lastima o mata niños humanos (Louis Ginzberg, Legends of the Bible. Philadelphia: Jewish Publication Society of América, 1956, p.35.)
En textos zoháricos, ella tiene el dominio sobre todas los seres naturales, instintivos, sobre “toda criatura que se arrastra”. Lilith forma con el ave Anzu y con la serpiente una tríada de criaturas sexuales, licenciosas que viven fuera de los límites de la comunidad sumeria y buscan poder sólo para ellos. Estos son los miedos y deseos inexpresados de Inanna, que ahora han sido “nombrados”.
Inanna había querido un trono y un lecho. Ella había querido el resultado final, su gobierno y su madurez femenina. No obstante, la serpiente, el ave y Lilith son esenciales para la consecución de los deseos de Inanna, porque le dan a sus miedos una forma externa de modo que ella pueda comenzar a verlos. Las tres criaturas encarnan los codiciosos y primitivos aspectos humanos que Inanna debe reconocer y soltar si es que quiere merecer los atributos de “el trono” y “el lecho”.
Inanna se disuelve en lágrimas con la verificación de sus propios obscuros y solipsistas anhelos:
La joven mujer que amaba reír lloró.
¡Cómo lloró Inanna!
Pero el llanto tiene poco efecto en criaturas que no se dejan domesticar.
Después de intenso llanto repetitivo, las propias resistencias de Inanna se debilitan, y está preparada a avanzar a otro estado de conciencia. En la aurora, con la renovación de la luz y la conciencia, pide ayuda, no de su padre o de su madre, sino de su propio grupo de iguales. Su divino hermano, Utu, el Dios del Sol, la rechaza.
Su hermano terreno, Gilgamesh (Se decía que Gilgamesh era dos terceras partes dios y una tercera parte humano. En los relatos es mortal y actúa de modo mortal. Del árbol genealógico se puede ver que es de la misma generación de Inanna, lo que sugiere una relación de familiaridad fraterna.) el héroe de Uruk, que funciona en esta historia como hijo de Enki, el Dios de la Sabiduría – responde a la súplica de Inanna (Gilgamesh era considerado un avatar de Dumuzi, el hijo de Enki. Como alguien que está enlazado a Enki, Gilgamesh, en la segunda parte del relato, paralela el papel de Enki en la primera parte del relato, al venir al rescate de la parte consciente de Inanna en contra de las fuerzas de la serpiente o del inframundo.)
Gilgamesh entra en el jardín de Inanna y al usar su hacha de bronce, un arma cortante de la civilización, derrota a la indomable serpiente. Con la muerte de la serpiente, Inanna queda unida a Gilgamesh, quien ha entrado en su jardín y la ha liberado de sus temores. El lazo que se forma entre la solitaria Inanna y el heroico rey de Uruk también se extiende a aquellos que han ayudado al rey, el pueblo de Sumeria. Como señal de su nueva relación, Gilgamesh e Inanna intercambian regalos.
Inanna le da a Gilgamesh un pukku y un mikku (Los sumeriólogos aun no han sido capaces de traducir el significado de pukku ni de mikku. Una posible explicación es que sean emblemas de realeza, como un anillo o un cetro.) Leemos en la segunda parte del “árbol huluppu” (No esta publicado aqui, ver el relato completo del “árbol huluppu”, ver S.N. Kramer, The Sumerians: Their History, Culture and Character. Chicago: University of Chicago Press, 1963, pp. 199 –205) que Gilgamesh pierde sus regalos. Aún no tiene suficiente conciencia para usarlos sabiamente. Su jactancioso uso del pukku provoca amargura, lamentación y lágrimas a las madres, hermanas y doncellas de Uruk, así es que la tierra húmeda se abre y el pukku y el mikku se pierden en el inframundo.
En el “árbol huluppu” Gilgamesh es el descarado joven héroe, pletórico de su hombría y de los signos de su fuerza física – su pesada hacha, que pesa 225 kilos, y su gran armadura, que pesa 30 kilos. Pero también actúa en el papel de un rey—héroe. Derrota a la naturaleza desaforada (Lilith y las bestias) al ejecutar las mismas tareas civilizatorias que el Rey Gilgamesh ejecuta, cuando entra en el bosque de cedros de Inanna (Ishtar), mata al monstruo Humbaba (Huwawa) y después derriba los árboles.
A pesar que Gilgamesh no ha llegado a su desarrollo completo en el “árbol huluppu”, es con todo, el iniciador de Inanna, puesto que le trae valor, decisión y fuerza a Inanna en su momento de debilidad. Con su consentimiento, libera a la joven mujer de sus “criaturas salvajes”. Inanna trajo al árbol huluppu de su estado de flotación libre en lo salvaje a la protección de su jardín. Pero sin la voluntad del rey—héroe Gilgamesh, el árbol no puede producir “el fruto” que Inanna desea.
Para producir un trono y un lecho, un árbol verde tiene que ser convertido en árbol desbastado (Ver David Bynum, The Daemon in the Wood, Cambridge: Harvard University Press, 1978.) Inanna, Gilgamesh y el árbol están todos en sus etapas formativas. Por motivo de sus desaforados ocupantes, el árbol – cambiado de benigno en malevolente – debe por ello ser destruido. Es con el consentimiento consciente de Inanna y Gilgamesh que el árbol es desarraigado por tercera vez. Es entonces llevado por Gilgamesh y sus compañeros desde el jardín hasta la ciudad y la civilización, donde otorga “regalos recíprocos” para toda Sumeria.
Tanto Inanna como Gilgamesh son enriquecidos por la muerte y transformación del árbol. Inanna está ahora preparada para ser una mujer, y Gilgamesh ha probado su hombría. A pesar de que no se unen, Gilgamesh, al entrar al jardín de Inanna se aproxima a su lado femenino. Inanna, provista con un lecho brillante, espera a su consorte; y preparada con un trono, está lista para actuar por sí misma.
Un tercer acercamiento al relato es a través de los temas mayores. El árbol huluppu creado al inicio del relato, refleja la realidad y la lucha de los dioses así como la propia realidad psíquica de Inanna. El árbol sintetiza las fuerzas duales del universo: Enki y Ereshkigal, conciencia e inconsciencia, luz y oscuridad, macho y hembra y el poder de la vida y el poder de la muerte.
La pictografía sumeria para planta _ exhibe la complejidad de la síntesis maravillosamente. Los dos grupos de cuatro líneas se cruzan en ángulos rectos, formando una malla, que es una tercera y nueva entidad, y aun así mantiene las identidades iguales de las fuerzas opositoras.
La imagen del árbol como síntesis de estos poderes numinosos es también efectivamente vista en la realidad exterior, puesto que el árbol crece desde la oscuridad y el inframundo hacia la luz y la conciencia. Está anclado en el inframundo y crece hacia el cielo. El árbol es parte de los tres reinos: el inframundo de Ereshkigal, la tierra de Enlil y los cielos de An. La maravilla del árbol continúa existiendo ahora, porque a pesar de que aún no podamos explicar el misterio de la primera semilla, podemos tomar la semilla en nuestra mano y decir, he aquí el principio de la vida. Emergerá del inframundo, se esforzará hacia el cielo, y morirá de vuelta al inframundo, de donde sus descendientes emergerán.
El relato hebreo de la creación es paralelo a la narración sumeria del “árbol huluppu” de muchas maneras. En el Génesis, el primer día Dios creó el tiempo, en el segundo los cielos, y en el tercero la tierra, “que produjo pasto, la semilla que da hierba, y el árbol frutal que da fruta de su especie, cuya semilla está en sí misma”. Para las dos culturas el árbol representa la primera cosa viva sobre la tierra.
El árbol también provee a las dos culturas con una configuración de las fuerzas de la vida y la muerte y conciencia y falta de conocimiento. Es posible que los poderes de los árboles bíblicos en el centro del Jardín del Edén, El árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y el mal, están basados en los poderes conjuntos del árbol huluppu sumerio. En cualquier caso, el árbol bíblico del conocimiento contiene grandes poderes, puesto que Dios previene a Adán de no comer de su fruto o él morirá.
Cuando Adán y Eva desobedecen (“La mujer vio que el árbol (era) deseado para hacerlo a uno sabio”), ellos descubren su propia desnudez y sexualidad y pierden su oportunidad para la inmortalidad. Sin embargo, obtienen el conocimiento del bien y el mal. Entonces son expulsados del Jardín del Edén. Pero no se van completamente desproveídos, porque se van con su recientemente adquirida conciencia. El contacto con el árbol, que tiene dentro de sí mismo sus propios medios de regeneración, da a los participantes una oportunidad de renacer, si no físicamente, entonces en etapas de comprensión.
Cuando Inanna planta el árbol huluppu en su jardín, trae a las fuerzas de Ereshkigal y Enki dentro de su retiro protegido. El árbol viviente, que refleja el gran mundo así como el mundo interior de Inanna, es habitado por criaturas las cuales sólo se esfuerzan hacia el mero renacer. Pero para Inanna, en este momento, el renacimiento por ella misma no es posible. Justo como Eva compartió la fruta del árbol del conocimiento con Adán y “los ojos de los dos fueron abiertos”, la joven Inanna, también, apela a sus hermanos, primero a Utu, luego a Gilgamesh.
Para el momento en que Gilgamesh entra en el jardín de Inanna, tanto Inanna y nosotros estamos preparados para el despertar de Inanna. Hemos vivido a través del relato del crear y el deshacer el universo tres veces (una en el mundo exterior, con la presencia de Ereshkigal, y dos más en el mundo interior de Inanna, con la presencia de las criaturas aterradoras. Los paralelismos equilibradores han guiado una y otra vez hacia el cambiante tercero. Estasis y antiéstasis nos han preparado para el final de la virginidad de Inanna. Con el hacha cortante de la civilización, Gilgamesh traspasa la temida serpiente, la bestia que puede ir por siempre alrededor de sí misma, y los temores proyectados de Inanna desaparecen. El árbol, liberado de los demonios de Inanna, es llevado a la ciudad.
El árbol, que nació de la confrontación de las fuerzas opuestas de la vida, es ahora compartido entre Inanna y Gilgamesh; mujer y hombre, diosa y mortal. El contacto con el árbol lleva al hombre y a la mujer sumerios a una comprensión más cercana de las fuerzas de la vida: la creación del mundo y su eco humano, la sexualidad de la mujer y su conciencia emergente.
Los hijos de la ciudad que ayudaron a Gilgamesh son benefactores también, puesto que es de la madera del árbol huluppu que el trono y el lecho de su diosa son hechos. Cuando Inanna comience su reinado, estará sentada sobre el trono del árbol huluppu, y su comprensión de la vida y la muerte, conciencia y falta de conciencia, será incrementada de acuerdo a ello (¿?). De la misma manera, cuando abrace a un hombre, el lecho les murmurará a los dos los secretos de la vida y la muerte, de la luz y la oscuridad.
Puedes ver también
Referencias
- Samuel Noah Kramer, Diane Wolkstein (2010)(Traducción Elsa Cross). Inanna. Reina Del Cielo Y De La Tierra (Spanish Edition). Editorial: Conaculta. ISBN 6074554102.
- Diane Wolkstein, Samuel Noah Kramer (1983). Inanna, Queen of Heaven and Earth: Her Stories and Hymns from Sumer. Editorial: Perennial. ISBN 9780060908546.