Tiempo estimado de lectura: 6 minutos
Una breve composición sumeria, de casi 50 líneas de extensión, y del tipo balbale, reseña el diálogo mantenido entre Dumuzi, que no se da a conocer, y su hermana Inanna. Si el comienzo del texto es prolijo en detalles (baño, peinado, cosmética, aderezos de Inanna con vistas a agradar el futuro esposo, Dumuzi que ha sido escogido por la diosa), el final es más esquemático y de rápido desarrollo argumental, intervenido el propio Dumuzi, Inanna, y sus amigas, las cuales, a modo de coro, desean la felicidad de la pareja, que se han saludado y tratado familiarmente como “hermano” y “hermana”, expresiones usuales del lenguaje sumerio entre dos amantes. A remarcar la alusión a un arma que se coloca Inanna, recordándose con ella su naturaleza belicosa.
Mitos de Inanna
La astuta Inanna
Un día, tras regresar el dios Dumuzi de sus tareas en la estepa acudió a la puerta de su amada, la diosa Inanna, y sin darse a conocer le preguntó:
-Hermana, ¿Qué le has hecho en la Casa? Pequeña, ¿Qué has estado haciendo en la casa durante mi ausencia?
Inanna, que sabía el motivo de aquella pregunta, le respondió:
-Me he lavado con agua, me froté con jabón, me lavé con el agua de la jofaina de bronce, me froté con jabón del cuenco de piedra brillante, me ungí con el dulce aceite de la jarra de piedra pulida y me vestí con ropas de reina, con la ropa de la diosa del cielo. No debes olvidar que como estrella de la mañana y también de la tarde soy llamada “Reina del cielo”. Por eso, cuidando de mi persona, me hallaba encerrado en la Casa.
Después de detallarle lo que había estado haciendo, y que, obviamente, lo había efectuado con vistas a recibir a su novio, Inanna continuó:
-Así refrescada y vestida, vagué por la Casa, puse luego khol en mis ojos, alisé mi pelo, que se revolvía en la nuca. Ajusté mi botellín a la cintura, lo llené de agua. Incluso probé mi arma.
Ante la extrañeza por aquella alusión a un arma, Inanna le puntualizó:
-Ahora no la preciso, pero esa arma hará que los años de reinado de rey, del esposo que me ha sido escogido, sean agradables. Le darán un reinado propicio. Seré celebrada también como diosa de la guerra. Lo sé desde que fui concebida.
Después de haberle dado aquella explicación, la diosa prosiguió diciendo:
-Hermano, como mi pelo estaba enmarañado, lo alisé. Las trenzas se habían desecho y las peiné. Luego deje que cayeran sobre mis hombros y mi nuca. Puse mis anillos de oro en mis dedos, colgué mis collares de piedra preciosas alrededor de mi cuello y arreglé una vez más el desequilibrio de mi nuca. Es decir, tuve que manipular las cuerdecillas con pesos que me sirven para sostener mi peinado.
Al terminar de hablar, Dumuzi, deseoso de entrar en la Casa, se identifica como tal y para convencerla de que su amante le recuerda los regalos que le había llevado. Diciéndole:
-Hermana, todo lo que deseas yo te lo he traído, todo lo que tu corazón, tu amado corazón desea yo te lo he traído. Tus ofrendas de comida, todas, te las he traído. Estás radiante. Eres la miel de la madre que trajo al mundo. Hermana, esa diosa tutelar vale mucho para mí, porque ella te ha dado una figura perfecta. Hermana mía, te he traído cinco cosas. Hermana mía, te he traído diez cosas. Junto a tu figura las he dispuesto con perfección. Hermana mía, luminosa, te he traído estas bellas cosas.
Al oír aquellas palabras, Inanna se volvió a las amigas que la acompañaban y les dijo:
-Cuando mi hermano entre en palacio, que los músicos toquen para él, para él verteré vino desde la boca de la jarra. Así se regocijará su corazón. Así se alegrará su corazón. ¡Que traiga cosas en abundancia!
A punto de entrar Dumuzi en la Casa, se dirigió a Inanna diciéndole:
-Hermana mía, deja que los lleve conmigo a tu casa. Llevaré hermosos corderos, tan hermosos como ovejas. Hermana mía, los llevaré contigo a tu Casa, hermosos cabritos, tan hermosos como cabras. Hermana mía, los llevaré contigo a tu Casa. Hermana mía, deja que te acompañe a tu aposento. ¡Allí concebirás un niño tan adorable como tú misma!
Inanna, excitada por las palabras de Dumuzi, les dijo a sus amigas:
-Mirad, mis pechos están erguidos, palpitan, mirad, ha crecido vello en mi vulva. Regocijémonos yendo al regazo del novio, el que ha traído tantos regalos. ¡Danzad, Danzad! ¡Oh diosa Baba, regocijémonos con mi vulva! ¡Bailad, Danzad! Al final de nuestros encuentros él se hallará complacido, se hallará totalmente feliz.
Y las amigas, a coro, le respondieron:
-¡Que venga, que venga el novio, si, que venga como sea! ¡Que traiga, que traiga cosas en abundancia!
Mitos Sumerios
Bibliografía
- Federico Lara Peinado (2017). Mitos De La Antigua Mesopotamia: Héroes, dioses y seres fantásticos. Diálogo entre Dumuzi e Inanna (pag.319). Editorial Dilema. ISBN 8498273889.