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DESDE EL GRAN ARRIBA
HASTA EL GRAN ABAJO
Desde el Gran Arriba ella abrió su oído al Gran Abajo.
Desde el Gran Arriba la diosa abrió su oído al Gran Abajo.
Desde el Gran Arriba Inanna abrió su oído al Gran Abajo.
Mi señora abandonó el cielo y la tierra para descender al inframundo.
Inanna abandonó el cielo y la tierra para descender al inframundo.
Ella abandonó su ministerio de sacerdotisa sagrada para descender al inframundo.
En Uruk abandonó su templo para descender al inframundo.
En Badtibira abandonó su templo para descender al inframundo.
En Zabalam abandonó su templo para descender al inframundo.
En Adab abandonó su templo para descender al inframundo.
En Nippur abandonó su templo para descender al inframundo.
En Kish abandonó su templo para descender al inframundo.
En Acadia abandonó su templo para descender al inframundo.
Mitos de Inanna
Ella reunió los siete me.
Los tomó en sus manos.
Dueña de los me, se preparó:
Colocó sobre su cabeza la shugurra, la corona de las llanuras.
Acomodó sobre su frente los oscuros rizos.
Ató las pequeñas cuentas de lapislázuli alrededor de su cuello,
Dejó que la doble hilera de cuentas descansara sobre su pecho,
Y envolvió la túnica real alrededor de su cuello.
Untó sus ojos con el ungüento llamado “que venga, que venga”,
Se ató el pectoral llamado “Ven, hombre, ven” sobre su pecho,
Deslizó el aro de oro en su muñeca,
Y llevó en la mano la vara de medir y la línea de lapislázuli.
Inanna partió hacia el inframundo.
Ninshubur, su fiel sirviente, fue con ella.
Inanna le habló y le dijo:
“Ninshubur, mi constante soporte, Mi sukkal que me da sabio consejo,
Guerrera que lucha a mi lado,
Desciendo al kur, al inframundo,
Si no regreso, eleva un lamento por mí en las ruinas.
Haz sonar en mi honor el tambor en los lugares de asamblea.”
Rodea las moradas de los dioses.
Lacérate los ojos, la boca, los muslos.
Viste un traje sencillo, como mendigo.
Ve a Nippur, al templo de Enlil.
Cuando entres a su recinto sagrado, exclama:
‘O Padre Enlil, no permitas que tu hija
Sea inmolada en el inframundo.
No permitas que tu plata brillante
Se cubra con el polvo del inframundo.
No permitas a que tu precioso lapislázuli
El triturador lo quiebre en añicos.
No permitas que tu fragante madera de boj
Sea tajada por el carpintero.
No permitas que la sagrada sacerdotisa del cielo
Sea inmolada en el inframundo.’
Si Enlil no te ayuda,
Ve a Ur, al templo de Nanna.
Llora ante el padre Nanna.
Si Nanna no te ayuda,
Ve a Eridú, al templo de Enki.
Llora ante el Padre Enki.
El Padre Enki, Dios de la Sabiduría, conoce el alimento de la vida,
Conoce el agua de la vida,
Conoce los secretos.
“Seguramente él no me dejará morir.”
Inanna continuó su camino al inframundo.
Entonces se detuvo y dijo:
“Vete ahora, Ninshubur—-
No olvides las palabras que te he ordenado.”
Cuando Inanna llegó a las puertas exteriores del inframundo,
Llamó con fuerza.
Exclamó con voz fiera:
“¡Abre la puerta, portero!
¡Abre la puerta, Neti!
¡Entraré yo sola!”
Neti, el portero en jefe del kur, preguntó:
“¿Quién eres?”
Ella respondió:
“Soy Inanna, la Reina del Cielo,
En mi camino al oriente.”
Neti dijo:
“Si en verdad eres Inanna, la Reina del Cielo,
En tu camino al oriente,
¿Por qué te ha guiado tu corazón al camino
Del cual ningún viajero retorna?”
Inanna respondió:
“Por…..mi hermana mayor, Ereshkigal,
Ha muerto su marido, Gugalanna, el Toro del Cielo.
He venido a presenciar los ritos fúnebres.
Que la cerveza de los ritos fúnebres sea vertida en la copa.
Que así se haga.”
Mesopotamia
Neti habló:
“Permanece aquí, Inanna, Hablaré a mi reina.
Le daré tu mensaje.”
Neti, el portero en jefe del Kur,
Entró en el palacio de Ereshkigal, la Reina del Inframundo,
Y dijo:
“Mi reina, una doncella
Tan alta como el cielo,
Tan ancha como la tierra,
Tan fuerte como los cimientos de la muralla de la ciudad,
Espera afuera de las puertas del palacio.
Ella ha reunido los siete me.
Los ha tomado en sus manos.
Con los me en sus manos, se ha preparado:
Sobre su cabeza trae la shugurra, la corona de la llanura.
En la frente sus oscuros rizos están cuidadosamente arreglados.
Alrededor de su cuello trae las pequeñas cuentas de lapislázuli.
Sobre su pecho descansa la doble hilera de cuentas.
Su cuerpo está cubierto con la túnica real.
Sus ojos están untados con el ungüento llamado ‘Que venga, que venga’.
Alrededor de su pecho se puso el pectoral llamado ‘Ven, hombre, ven’.
En su muñeca trae el aro de oro.
En su mano ella porta la vara de medir y la línea de lapislázuli.”
Cuando Ereshkigal oyó esto,
Golpeó su muslo y se mordió el labio.
Tomó el asunto a pecho y lo consideró.
Entonces habló:
“Ven, Neti, mi portero mayor del kur,
Obedece mis palabras:
Atranca las siete puertas del inframundo.
Luego, una por una, abre una grieta en cada portón.
Deja entrar a Inanna.
Cuando entre, despójala de sus vestimentas reales.
Que la sacerdotisa sagrada del cielo entre inclinada.
Neti obedeció las palabras de su reina.
Atrancó las siete puertas del inframundo.
Luego abrió la puerta exterior.
Le dijo a la doncella:
“Ven, Inanna, entra.”
Cuando entró al primer portón,
Le fue quitada la shugurra, la corona de la llanura.
Inanna preguntó:
“¿Qué es esto?”
Se le dijo:
“Silencio, Inanna, las costumbres del inframundo son perfectas.
No se pueden objetar.”
Cuando entró el segundo portón.
Le fueron quitadas las pequeñas cuentas de lapislázuli de su cuello.
Inanna preguntó:
“¿Qué es esto?”
Se le dijo:
“Silencio, Inanna, las costumbres del inframundo son perfectas,
No se pueden objetar.”
Cuando entró el tercer portón,
La doble hilera de cuentas de su pecho le fue quitada.
Inanna preguntó:
“¿Qué es esto?”
Se le dijo:
“Silencio, Inanna, las costumbres del inframundo son perfectas,
No se pueden objetar.”
Cuando entró el cuarto portón,
El pectoral llamado “¡Ven, hombre, ven!” fue quitado de su pecho.
Inanna preguntó:
“¿Qué es esto?”
Se le dijo:
“Silencio, Inanna, las costumbres del inframundo son perfectas,
No se pueden objetar.”
Cuando entró el quinto portón,
Le fue quitado el aro de oro de su muñeca.
Inanna preguntó:
“¿Qué es esto?”
Se le dijo:
“Silencio, Inanna, las costumbres del inframundo son perfectas.
No se pueden objetar.”
Cuando entró el sexto portón,
Le fue quitada la vara de medir y la línea de lapislázuli de su mano.
Inanna preguntó:
“¿Qué es esto?”
Se le dijo:
“Silencio, Inanna, las costumbres del inframundo son perfectas.
No se pueden objetar.”
Cuando entró el séptimo portón,
La túnica real le fue quitada del cuerpo.
Inanna preguntó:
“¿Qué es esto?”
Se le dijo:
“Silencio, Inanna, las costumbres del inframundo son perfectas.
No se pueden objetar.”
Desnuda e inclinada, Inanna entró al salón del trono.
Ereshkigal se levantó de su trono.
Inanna comenzó a acercarse al trono.
La rodearon los Anunna, jueces del inframundo.
Pronunciaron sentencia en su contra.
Entonces Ereshkigal amarró el ojo de la muerte sobre Inanna
Habló contra ella su palabra de ira.
Exclamó contra ella su grito de culpa.
La golpeó.
Inanna se convirtió en cadáver,
Una pieza de carne podrida,
Y fue colgada de un gancho sobre la pared.
Cuando, después de tres días y tres noches, Inanna no regresó,
Ninshubur elevó un lamento en su honor en las ruinas.
Tocó el tambor en su honor en los lugares de asamblea.
Rodeó las casas de los dioses.
Laceró sus ojos, laceró su boca, laceró sus muslos.
Se vistió con una túnica simple como mendigo.
Sola, se fue a Nippur y al templo de Enlil.
Al entrar al recinto sagrado,
Exclamó:
“O Padre Enlil, no permitas que tu hija
Sea inmolada en el inframundo.
No permitas que tu plata brillante
Se cubra de polvo del inframundo.
No permitas que el triturador quiebre en añicos
Tu precioso lapislázuli
No permitas que tu fragante madera de boj
Sea tajada por el carpintero.
No permitas que la sagrada sacerdotisa del cielo
Sea inmolada en el inframundo.”
El Padre Enlil respondió con enojo:
“Mi hija anhelaba el Gran Arriba.
Inanna anhelaba el Gran Abajo.
Aquélla quien recibe los me del inframundo no regresa.
Aquélla quien va a la Ciudad Sombría allá se queda.”
El Padre Enlil no quiso ayudar.
Ninshubur fue a Ur y al templo de Nanna.
Cuando entró al recinto sagrado,
Exclamó:
“O Padre Nanna, no permitas que tu hija
Sea ejecutada en el inframundo.
No permitas que tu plata brillante
Se cubra del polvo del inframundo.
No permitas que el triturador quiebre en añicos
Tu precioso lapislázuli.
No permitas que tu fragante madera de boj
Sea tajada por el carpintero
No permitas que la sagrada sacerdotisa del cielo
Sea ejecutada en el inframundo.”
El Padre Nanna respondió con enojo:
“Mi hija anhelaba el Gran Arriba.
Inanna anhelaba el Gran Abajo.
Aquélla quien recibe los me del inframundo no regresa.
Aquélla quien va a la Ciudad Sombría allá se queda.”
El Padre Nanna no quiso ayudar.
Ninshubur fue a Eridú y al templo de Enki.
Al entrar en el recinto sagrado,
Exclamó:
“O Padre Enki, no permitas que tu hija
Sea ajusticiada en el inframundo.
No permitas que tu plata brillante
Se cubra de polvo del inframundo.
No permitas que el triturador quiebre en añicos
Tu precioso lapislázuli
No permitas que tu fragante madera de boj
Sea tajada por el carpintero-
No permitas que la sagrada sacerdotisa del cielo
Sea ajusticiada en el inframundo.”
El Padre Enki dijo:
“¿Qué pasó?
¿Qué es lo que ha hecho mi hija?
¡Inanna! ¡Reina de Todas las Tierras! ¡Sagrada Sacerdotisa del Cielo!
¿Qué ha pasado?
Estoy atribulado. Estoy afligido.”
De debajo de una de sus uñas el Padre Enki sacó un poco de tierra.
Con la tierra dio forma a un Kurgarra, una criatura que no era ni macho ni hembra.
De debajo de una uña de su otra mano sacó un poco de tierra.
Con la tierra dio forma a un galatur, una criatura que no era ni macho ni hembra.
Le dio el alimento de la vida al kurgarra.
Le dio el agua de la vida al galatur.
Enki habló al kurgarra y al galatur, y dijo:
“Vayan al inframundo,
Entren por la puerta como moscas.
Ereshkigal, la Reina del Inframundo, se está lamentando.
Con los gritos de una mujer que está dando a luz.
No hay sábana que la cubra.
Sus senos están descubiertos.
Su cabello se arremolina alrededor de su cabeza como poros.
Cuando grite, ‘¡O, o, mis adentros!’
Griten también, ‘¡O, o, tus adentros!’
Cuando grite, ‘¡O, o, mis afueras!’
Griten también, ‘¡O, o, tus afueras!’
La reina estará complacida.
Les ofrecerá un regalo.
Pídanle sólo el cadáver que cuelga del gancho en la pared.
Uno de ustedes rociará el alimento de la vida sobre de él.
El otro rociará el agua de la vida sobre de él.
Inanna se levantará.”
El kurgarra y el galatur obedecieron las palabras de Enki.
Salieron rumbo al inframundo.
Como moscas, se escurrieron por las grietas de las puertas.
Entraron el cuarto del trono de la Reina del Inframundo.
No había sábana que la cubriera.
Sus senos estaban descubiertos.
Su cabello se arremolinaba alrededor de su cabeza como poros.
Ereshkigal se lamentaba:
“¡O, O, mis adentros!”
Ellos se lamentaron:
“¡O, O, tus adentros!”
Ella se lamentaba:
“¡O, Ohhhhh, mis afueras!”
Ellos se lamentaron:
“¡O, Ohhhh, tus afueras!”
Ella gimió:
“¡Oh, Oh, mi vientre!”
Ellos gimieron:
“¡Oh, Oh, tu vientre!”
Ella gimió:
“¡Oh! ¡Ohhhh! ¡Mi espalda!”
Ellos gimieron:
“¡Oh! ¡Ohhhh! ¡Tu espalda!”
Ella suspiró:
“¡Ah! ¡Ah! ¡Mi corazón!”
Ellos suspiraron:
“¡Ah! ¡Ah! ¡Tu corazón!”
Ella suspiró:
“¡Ah! Ahhh! ¡Mi hígado!”
Ellos suspiraron:
“¡Ah! Ahhh! ¡Tu hígado!
Ereshkigal se detuvo.
Los miró.
Les preguntó:
“¿Quiénes son ustedes,
que se lamentan, gimen y suspiran conmigo?
Si ustedes son dioses, los he de bendecir.
Si son mortales, les haré un regalo.
Les daré el regalo de agua, el río en su plenitud.”
El kurgarra y el galatur dijeron:
“No lo deseamos”.
Ereshkigal dijo:
“¡Hablen entonces! ¿Qué desean?
Ellos contestaron:
“Sólo deseamos el cadáver que cuelga del gancho en la pared.”
Ereshkigal dijo:
“El cadáver pertenece a Inanna.”
Ellos dijeron:
“Si pertenece a nuestra reina,
Si pertenece a nuestro rey,
Eso es lo que deseamos.”
El cadáver les fue dado.
El kurgarra roció el alimento de la vida sobre el cadáver.
El galatur roció el agua de la vida sobre el cadáver.
Inanna se puso en pie….
Inanna estaba por ascender del inframundo cuando los Anunna, los jueces del inframundo, la aprehendieron.
Dijeron:
“Nadie asciende del inframundo inadvertido.
Si Inanna desea retornar del inframundo,
Debe suplir con alguien su lugar.”
Mientras Inanna ascendía del inframundo,
Los galla, los demonios del inframundo se pegaron a su costado.
Los galla son demonios que no conocen comida, que no conocen bebida,
Que no comen ofrendas, que no beben libaciones,
Que no aceptan regalos.
No disfrutan de amoríos.
No tienen niños dulces a quienes besar.
Arrancan a la mujer de los brazos del esposo,
Arrancan al niño de las rodillas de su padre,
Roban a la novia de su hogar de casada.
Los demonios se pegaron a Inanna.
Los pequeños galla que acompañaban a Inanna
Eran como juncos del tamaño de bardas bajas.
Los grandes galla que acompañaban a Inanna
Eran como juncos del tamaño de bardas altas.
Aquel que marchaba delante de Inanna no era un ministro,
Aún así llevaba un cetro.
Aquel que marchaba tras ella no era un guerrero,
Aún así cargaba un mazo.
Ninshubur, vestida con costales sucios,
Esperaba afuera de las puertas del palacio.
Cuando vio a Inanna
Rodeada por los galla,
Se tiró en el polvo, a los pies de Inanna.
Los galla dijeron:
“Sigue, Inanna,
Tomaremos a Ninshubur en tu lugar.”
Inanna gritó:
“¡No! Ninshubur es mi soporte constante.
Ella es mi sukkal quien me da sabio consejo.
Es mi guerrero que lucha a mi lado.
No olvidó mis palabras.
Ella elevó un lamento en mi honor en las ruinas.
Tocó el tambor en mi honor en los lugares de asamblea.
Circundó las moradas de los dioses.
Laceró sus ojos, su boca, sus muslos.
Se vistió con una túnica sencilla, como mendigo.
Sola, salió hacia Nippur y al templo de Enlil.
Fue a Ur y al templo de Enki.
Fue a Eridú y al templo de Enki.
Gracias a ella salvé mi vida.
Nunca les daré a Ninshubur.”
Los galla dijeron:
“Sigue andando, Inanna,
Te acompañaremos a Umma.”
En Umma, en el recinto sagrado,
Shara, el hijo de Inanna, estaba vestido con un costal sucio.
Cuando vio a Inanna
Rodeada por los galla,
Se tiró al suelo a sus pies.
Los galla dijeron:
“Vete a tu ciudad, Inanna,
Tomaremos a Shara en tu lugar.”
Inanna lloró:
“¡No! ¡No a Shara!
El es mi hijo y canta himnos en mi honor.
El es mi hijo que corta mis uñas y alisa mi cabello.
Nunca les daré a Shara.”
Los galla dijeron:
“Sigue andando, Inanna,
Te acompañaremos a Badtibira”.
En Badtibira, en el recinto sagrado,
Lulal, el hijo de Inanna, estaba vestido con un costal sucio.
Cuando vio a Inanna rodeada por los Galla,
Se tiró al suelo a sus pies.
Los galla dijeron:
“Sigue andando a tu ciudad, Inanna,
Tomaremos a Lulal en tu lugar.”
Inanna gritó:
“¡No a Lulal! Él es mi hijo.
Él es un caudillo entre los hombres.
Él es mi brazo derecho. Él es mi brazo izquierdo.
Nunca les daré a Lulal.”
Los galla dijeron:
“Sigue andando a tu ciudad, Inanna,
Iremos contigo al gran manzano en Uruk.”
En Uruk, junto al gran manzano,
Dumuzi, el esposo de Inanna, estaba vestido con sus brillantes vestimentas – me.
Estaba sentado en su magnífico trono; (él no se movió).
Los galla lo agarraron por los muslos.
Vaciaron sus siete mantequeras.
Rompieron la chirimía que el pastor estaba tocando.
Inanna clavó en Dumuzi el ojo de la muerte.
Habló contra él la palabra de ira.
Exclamó contra él el grito de culpa:
“¡Llévenselo! ¡Llévense a Dumuzi!”
Los galla, que no saben de comida, que no saben de bebida,
Que no comen ofrendas, que no beben libaciones,
Que no aceptan regalos, se apoderaron de Dumuzi.
Lo hicieron pararse, lo hicieron sentarse.
Golpearon al esposo de Inanna.
Lo acuchillaron con hachas.
Dumuzi dejó salir un lamento.
Elevó sus manos al cielo hacia Utu, el Dios de la Justicia,
Y le suplicó:
“O Utu, tú eres mi hermano,
Yo soy el esposo de tu hermana.
Yo traje crema a la morada de tu madre,
Yo traje leche a la morada de Ningal.
Yo soy quien cargó alimentos al recinto sagrado.
Yo soy el que trajo regalos nupciales a Uruk.
Yo soy el que danzó sobre las rodillas sagradas, las rodillas de Inanna.
Utu, Tú eres un dios justo, un dios misericordioso,
Convierte mis manos en manos de serpiente,
Convierte mis pies en pies de serpiente.
Permíteme escapar de mis demonios;
No los dejes retenerme.”
El compasivo Utu aceptó las lágrimas de Dumuzi.
Convirtió las manos de Dumuzi en manos de serpiente.
Convirtió los pies de Dumuzi en pies de serpiente.
Dumuzi escapó de sus demonios.
No pudieron retenerlo….
El descenso de Inanna también vio
Referencias
- Federico Lara Peinado (1984). Mitos Sumerios y Acadios, Descenso de Inanna a los Infiernos (pág. 175). Editorial: Editora Nacional. ISBN 8427606931
- Diane Wolkstein y Samuel Noah Kramer (1983). Inanna, Queen of Heaven and Earth: Her Stories and Hymns from Sumer. Editorial: Harper & Row. ISBN 006014713X