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El hermano habló a su hermana menor.
El Dios del Sol, Utu, habló a Inanna, y dijo:
“Joven dama, el lino en su plenitud es bello.
Inanna, el grano brilla en el surco.
Yo lo cavaré por ti. Yo te lo traeré.
Una pieza de lino, grande o pequeña, siempre es necesaria.
Inanna, Yo te la traeré.”
“Hermano, cuando me traigas el lino, ¿quién me lo rastrillará?”
“Hermana, te lo traeré rastrillado.”
“Utu, cuando me lo traigas rastrillado, ¿quién me lo hilará?”
“Hermana, te lo traeré hilado.”
“Hermano, cuando me traigas el lino hilado, ¿quién me lo trenzará?
“Hermana, te lo traeré trenzado.”
“Utu, cuando me lo traigas trenzado,
¿Quién me lo urdirá?”
“Inanna, te lo traeré urdido.”
“Utu, cuando me lo traigas urdido,
¿Quién me lo tejerá?”
“Hermana, te lo traeré tejido.”
“Utu, Cuando me lo traigas tejido,
¿Quién me lo blanqueará?”
“Inanna, te lo traeré blanqueado.”
“Hermano, cuando me traigas mi sábana nupcial,
¿Quién yacerá conmigo?
Utu, ¿quién yacerá conmigo?”
“Hermana, tu novio yacerá contigo.
El que ha nacido de un útero fértil,
Y fue concebido sobre el trono sagrado,
¡Dumuzi, el pastor! Él yacerá contigo.”
Inanna habló:
“¡No, hermano!
El hombre de mi corazón trabaja con el azadón.
¡El labrador! ¡Él es el hombre de mi corazón!
Recolecta el grano en grandes montones.
Siempre trae el grano a mis almacenes.”
Mitos de Inanna
Utu habló:
“Hermana, desposa al pastor.
¿Por qué no quieres?
Su crema es buena; su leche es buena.
Todo lo que toca brilla con resplandor.
Inanna, desposa a Dumuzi.
Tú que te adornas con el collar de ágatas de la fertilidad,
¿Por qué no quieres?
Dumuzi compartirá su rica crema contigo.
Tú que pretendes ser protectora del rey,
¿Por qué no quieres?”
Inanna habló:
“¡El pastor! ¡No me casaré con el pastor!
Sus ropas son burdas; su lana es áspera,
Desposaré al labrador.
El labrador cultiva el lino para mis vestidos.
El labrador cultiva cebada para mi mesa.”
Dumuzi habló:
“¿Por qué hablas del labrador?
¿Por qué lo mencionas?
Si te da harina negra,
Yo te daré lana negra.
Si te da harina blanca,
Yo te daré lana blanca.
Si él te da cerveza,
Yo te daré dulce leche.
Si él te da pan,
Yo te daré queso de miel.
Le puedo dar al labrador la crema,
La leche que me sobre.
¿Por qué mencionas al labrador?
¿Qué tiene él más que yo?”
Inanna habló:
“Pastor, si no fuera por mi madre, Ningal, hubieras sido desterrado,
Si no fuera por mi abuela, Ningikuga, hubieras sido desterrado a las llanuras,
Si no fuera por mi padre, Nanna, no tendrías techo,
Si no fuera por mi hermano, Utu—“
Dumuzi habló:
“Inanna, no comiences un pleito.
Mi padre, Enki, es tan bueno como tu padre, Nanna.
Mi madre, Sirtur, es tan buena como tu madre, Ningal.
Mi hermana, Geshtinanna, es tan buena como la tuya.
Reina del palacio, hablemos de nuevo.
Inanna, sentémonos a hablar juntos.
Yo soy tan bueno como Utu.
Enki es tan bueno como Nanna.
Sirtur es tan buena como Ningal.
Reina del palacio, hablemos nuevamente.”
La palabra que hablaron
Era palabra de deseo.
Desde el inicio del pleito
Llegó el deseo a los amantes.
El pastor fue a la casa real con crema.
Dumuzi fue a la casa real con leche.
Ante la puerta, llamó:
“¡Abre la casa, mi dama, abre la casa!”
Inanna corrió hacia Ningal, la madre que la parió.
Ningal aconsejó a su hija, y dijo:
“Mi niña, el joven será tu padre.
Mi hija, el joven será tu madre.
Te tratará como a un padre.
Te cuidará como a una madre.
¡Abre la casa, mi dama, abre la casa!”
Inanna, a la orden de su madre,
Se bañó y se untó con aceite perfumado.
Cubrió su cuerpo con la blanca túnica real.
Preparó su dote.
Arregló sus preciosas cuentas de lapizlázuli alrededor de su cuello.
Tomó su sello en la mano.
Dumuzi aguardaba con esperanza.
Inanna le abrió la puerta.
Dentro de la casa ella brillaba ante él
Como la luz de la luna.
Dumuzi la miró con gozo.
Oprimió su cuello al de ella.
La besó.
Inanna habló:
“Lo que yo te diga,
deja que el cantor lo teja en un canto.
Lo que yo te diga,
Deja que fluya de oído a boca,
Deja que pase de viejo a joven:
Mi vulva, el cuerno,
La Barca Celestial,
Está plena de anhelo como la joven luna.
Mi tierra baldía yace estéril.
Y a mí, Inanna,
¿Quién arará mi vulva?
¿Quién labrará mi altiplano?
¿Quién surcará mi tierra húmeda?
Y a mí, la mujer joven,
¿Quién arará mi vulva?
¿Quién apostará los bueyes ahí?
¿Quién arará mi vulva?”
Dumuzi respondió:
“Gran dama, el rey arará tu vulva.
Yo, Dumuzi el rey, araré tu vulva.”
Inanna:
“Entonces ara mi vulva, ¡hombre de mi corazón!
¡Ara mi vulva!”
En el regazo del rey se erguía el cedro ascendente.
Las plantas crecían altas a su lado.
Los granos crecían altos a su lado.
Exuberantes los jardines florecían.
Inanna cantó:
“El ha retoñado; ha brotado;
Es lechuga plantada cerca del agua.
Él es a quien mi útero ama más.
Mi jardín bien aprovisionado de las llanuras,
Mi cebada que crece alta en su surco,
Mi manzano que carga frutos hasta su corona,
El es lechuga plantada cerca del agua.
Mi hombre de miel, mi hombre de miel que me endulza siempre.
Mi señor, el hombre de miel de los dioses,
El es a quien mi útero ama más
Su mano es miel, su pie es miel,
El me endulza siempre.
Mi ansioso e impetuoso acariciador del ombligo,
Mi acariciador de los suaves muslos,
El es a quien mi útero ama más.
El es lechuga plantada cerca del agua.”
Dumuzi cantó:
“O dama, tu pecho es tu campo.
Inanna, tu pecho es tu campo.
Tu amplio pecho derrama plantas.
Tu amplio pecho derrama grano.
Las aguas fluyen de lo alto para tu sirviente.
El pan fluye de lo alto para tu sirviente.
Viértelo para mí, Inanna.
Beberé todo lo que me ofrezcas.”
Inanna cantó:
“Haz tu leche dulce y espesa, mi desposado.
Mi pastor, beberé tu leche fresca.
Toro salvaje, Dumuzi, haz tu leche dulce y espesa.
Beberé tu leche fresca.
Haz que la leche de cabra fluya en mi corral.
Llena mi mantequera sagrada con queso de miel.
Señor Dumuzi, beberé tu leche fresca.
Esposo mío, cuidaré mi corral para ti.
Cuidaré tu casa de la vida, tu almacén,
El paraje brillante y palpitante que deleita a Sumeria—
La morada que decide los destinos de la tierra,
La morada que da el aliento de vida al pueblo.
Vigilaré tu casa yo, la reina del palacio.”
Dumuzi dijo:
“Hermana mía, iré contigo a mi jardín.
Inanna, iré contigo a mi jardín
Iré contigo a mi huerto.
Iré contigo a mi manzano.
Allí plantaré la dulce semilla, cubierta de miel.”
Inanna habló:
“Me trajo a su jardín.
Mi hermano, Dumuzi, me trajo a su jardín.
Paseé con él entre los árboles erguidos,
Me paré con él entre los árboles caídos,
Junto a un manzano me arrodillé como se debe.
Ante mi hermano que venía con cantos,
Que ascendió hacia mi desde las hojas del álamo,
Que vino a mí en el calor del mediodía.
Ante mi señor Dumuzi,
Vertí las plantas de mi vientre,
Puse las plantas
Vertí las plantas
Puse el grano
Vertí grano ante él.
Vertí grano de mi vientre.”
Inanna cantó:
“Anoche mientras yo, la reina, brillaba resplandeciente,
Anoche mientras yo, la Reina del Cielo, brillaba resplandeciente,
Mientras brillaba resplandeciente y danzaba,
Entonando alabanzas a la llegada de la noche—
Me conoció — ¡él me conoció!
Mi señor Dumuzi me conoció.
Puso su mano en mi mano.
Oprimió su cuello contra el mío.
Mi alto sacerdote está pronto para la cintura sagrada.
Mi señor Dumuzi está pronto para la cintura sagrada.
Las plantas y las hierbas en su campo están maduras.
¡O Dumuzi! ¡Tu plenitud es mi deleite!”
¡Ella lo pedía, lo pedía, ella pedía el lecho!
Ella pedía el lecho que regocija el corazón.
Que endulza la cintura.
Ella pedía el lecho de la majestad,
De la realeza.
Inanna pidió el lecho:
“¡Que se prepare el lecho que regocija el corazón!
¡Que se prepare el lecho que endulza la cintura!
¡Que se prepare el lecho de los reyes!
¡Que se prepare el lecho de las reinas!
¡Que se prepare el lecho real!”
Inanna extendió la sábana nupcial a través de la cama.
Llamó al rey:
“¡El lecho está listo!”
Llamó a su desposado:
“¡El lecho espera!”
Él puso su Mano en la suya.
Él puso su mano en su corazón.
Dulce es el sueño de la mano con la mano.
Más dulce aún es el sueño de corazón a corazón.
Inanna habló:
“Me bañé para el toro salvaje,
Para el pastor Dumuzi,
Perfumé mis costados con ungüento,
Cubrí mi boca con ámbar de dulce olor,
Pinté mis ojos con kohl.
Él formó mi cintura con sus bellas manos,
El pastor Dumuzi llenó mi regazo con crema y leche,
Acarició mi vello púbico,
Regó mi matriz.
Puso sus manos sobre mi vulva sagrada,
Avivó mi estrecha barca con leche,
Me acarició sobre el lecho.
Ahora yo acariciaré a mi alto sacerdote sobre el lecho,
Acariciaré al fiel pastor Dumuzi,
Acariciaré su cintura, la pastoría de la tierra,
Le decretaré un dulce destino.”
La Reina del Cielo,
La heroína, más grande que su madre,
A quien Enki obsequió los me,
Inanna, la Primera Hija de la Luna,
Decretó el destino de Dumuzi:
“En batalla soy tu caudillo,
En combate soy el portador de tu armadura,
En la asamblea soy tu abogado,
En campaña soy tu inspiración.
Tu, el pastor elegido del recinto sagrado,
Tu, el rey, el fiel proveedor de Uruk
Tu, la luz del gran santuario de An,
De todas las maneras eres apto:
Para sostener tu cabeza alta bajo el encumbrado dosel,
Para sentarte en el trono de lapislázuli,
Para cubrir tu cabeza con la corona sagrada,
Para vestir túnicas largas sobre tu cuerpo,
Para ceñirte con las vestiduras de la realeza,
Para portar el mazo y la espada,
Para guiar con puntería el arco largo y la flecha,
Para abrochar la vara y la honda a tu costado,
Para correr por las calles con el cetro sagrado en la mano,
Y las sandalias sagradas en tus pies,
Para cabriolar sobre el pecho sagrado como un becerro de lapislázuli.
Tu, el corredor veloz, el pastor elegido,
De todas las maneras eres apto.
Que tu corazón goce largos días.
Aquéllo que An ha determinado para tí — que no sea alterado.
Aquéllo que Enlil ha concedido — que no sea alterado.
Eres el favorito de Ningal.
Eres preciado por Inanna.”
Ninshubur, la fiel sirviente del recinto sagrado de Uruk,
Condujo a Dumuzi hacia los dulces muslos de Inanna y habló:
“Mi reina, he aquí la elección de tu corazón,
El rey, tu amado desposado.
Que pase largos días en la dulzura de tus sagrados muslos.
Otórgale un reinado favorable y glorioso.
Concédele el trono real, firme en sus cimientos.
Concédele el cayado de los juicios de los pastores.
Concédele la corona permanente con la noble y radiante diadema.
Desde donde el sol asciende hasta donde el sol se oculta,
Del sur al norte,
Desde el mar superior hasta el mar inferior,
Desde la tierra del árbol huluppu hasta la tierra del cedro,
Que su cayado de pastor proteja toda Sumeria y Acadia.
Como labrador, que sus campos sean fértiles,
Como pastor, que sus rebaños se multipliquen,
Que bajo su reinado haya vegetación,
Que bajo su reinado haya riqueza de grano.
En las tierras pantanosas que haya peces y parloteo de aves,
En el cañaveral que los juncos jóvenes y los viejos crezcan altos,
En las llanuras que los árboles mashgur crezcan altos,
En los bosques que los venados y las cabras salvajes se multipliquen,
En los huertos que haya miel y vino,
En los jardines que la lechuga y el berro crezcan altos,
En el palacio que haya larga vida.
Que haya crecida en el Tigris y el Eufrates,
Que las plantas crezcan altas en sus riberas y llenen las vegas,
Que la Señora de la vegetación apile el grano en montones y cúmulos.
O mi Reina del Cielo y de la Tierra,
Reina de todo el universo,
Que él disfrute de largos días en la dulzura de tu cintura sagrada.”
El rey fue con la cabeza en alto hacia la cintura sagrada.
Fue con la cabeza en alto hacia la cintura de Inanna.
Fue hacia la reina con la cabeza en alto.
Abrió con amplitud sus brazos a la sacerdotisa sagrada del cielo.
Inanna dijo:
“Mi amado, deleite de mis ojos, ven a mí.
Nos regocijamos juntos.
Tomó su placer de mí.
Me trajo a su morada.
Me tendió en el lecho fragante de miel.
Mi dulce amor, que yace junto a mi corazón,
Con juegos de lengua, una por una,
Mi hermoso Dumuzi lo hizo cincuenta veces.
Ahora, mi dulce amor está saciado.
Ahora dice:
‘Libérame, mi hermana, libérame.
Serás la hija pequeña de mi padre.
Ven, mi amada hermana, debo ir al palacio.
Libérame…..’”
Inanna dijo:
“Mi portador de capullos, tu seducción fue dulce.
Mi portador de capullos en el manzanal,
Mi portador de fruta en el manzanal,
Dumuzi-abzu tu seducción fue dulce.
Mi intrépido,
Mi estatua sagrada,
Mi estatua ataviada con espada y diadema de lapislázuli,
Qué dulce fue tu seducción…”
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Referencias
- Samuel Noah Kramer, Diane Wolkstein (2010)(Traducción Elsa Cross). Inanna. Reina Del Cielo Y De La Tierra (Spanish Edition). Editorial: Conaculta. ISBN 6074554102.
- Diane Wolkstein, Samuel Noah Kramer (1983). Inanna, Queen of Heaven and Earth: Her Stories and Hymns from Sumer. Editorial: Perennial. ISBN 9780060908546.
- Dumuzi y Enkimdu, poema sumerio – Anunnaki