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Un texto de carácter escolar, que contendría unas 100 líneas, de las que faltan más de la mitad, y de temática cosmogónica, se centró en los orígenes de la creación, recogiendo el mito de la fecundación de la tierra por parte del cielo y el consiguiente nacimiento de la planta shumunda, cuya naturaleza era maléfica, aplicando fuego a todo lo que la rodeaba, y llegando incluso a agredir el templo de la diosa Inanna.
La alusión a una furiosa lluvia, y a las primitivas prácticas sexuales, así como a la destrucción de murallas y construcciones, vienen a describir la situación anterior al funesto diluvio. Inanna, agradecida con Dumuzi y con los artesanos que le ofrecen sus presentes, maldecirá finalmente a la planta del fuego.
Mitos de Inanna
La planta shumunda
El ummia (es un profesor) sumerio se hallaba impartiendo sus conocimientos, estaba enseñando. Venía a decir: cuando la lluvia, cuando el diluvio cayó sobre la tierra, cuando las construcciones fueron destruidas, cuando llovió grueso granizo y bolas de fuego, un hombre iba al encuentro de otro, lleno de prevención. Ya entonces, antes del Diluvio, en el país ya existía el Ayuntamiento carnal, también aquellos antepasados copularon.
Y, cuando allí se besaba, también se besaron. En un momento la lluvia dijo “quiero llover”, los muros de las casas dijeron “quiero caer”. Además, cuando la pavorosa inundación dijo “quiero quitar de la tierra rápidamente todo”, tales deseos se cumplieron por voluntad divina.
Pasado todo aquello, el cielo fecundó la tierra, la tierra dio a luz, dio nacimiento a la planta shumunda. Sus lujuriantes cañas, sin saber por qué, ardieron. El dubsar (es un escriba) que había sobrevivido a aquel nefasto día, el anciano que había sobrevivido a aquel desgraciado día, el sacerdote gala, especializado en cantos religiosos, que había sobrevivido a aquel año, cada uno había superado la terrible inundación.
Una planta portadora del fuego maléfico
Por su parte, la planta shumunda dominaba por su maldad. Incluso para arraigarse aún más se asentó en la arena. Aquella planta shumunda era portadora de fuego, no podía ser recogida en fajos, no pudo ser apartada, no pudo ser separada de sus raíces, no pudo ser atada. Cuando se la ponía en un lugar cerrado, en un momento se levantaba, en otro seguía yaciendo por tierra. Si da suelta a su maligno fuego, la planta lo hace extender a lo largo y a lo ancho. La planta shumunda vive por sí misma entre las amargas aguas.
Sin embargo, mágicamente, brinda acá y allá diciendo: “Quiero incendiar, quiero dar comienzo al incendio”. En su locura llegó a poner fuego incluso a la base del templo del Eanna, el magno templo de Uruk, pero allí pudo ser atada, pudo ser encadenada. Cuando la planta protestó, la diosa Inanna aprehendió un cuervo y lo situó en lo alto de las hojas de la planta. Por su parte, el pastor abandonó su ganado en su redil. Inanna pudo aferrar el cuervo allí para vigilar dicha planta.
Cuando la impetuosa lluvia caía, cuando las construcciones fueron derribadas, cuando llovía granizo y bolas de fuego, cuando Dumuzi desafió a la planta, la lluvia arreció, las casas quedaron destruidas, los establos fueron derruidos, los apriscos perdieron sus techos, furiosas inundaciones fueron arrojadas con violencia contra los ríos, furiosas tormentas fueron lanzadas contra los marjales. En las cercanías del Tigris y del Éufrates brotaron extensos herbazales.
Sigue una laguna de cinco líneas.
Dumuzi recolectó la planta shumunda
Dumuzi recolectó la malvada hierba en fajos, la apartó, pero la planta shumunda, que emite fuego, se erguía en los surcos de los campos, pero el pastor Dumuzi la recolectó en fajos, recolectó la planta shumunda, la planta incendiaria. Para Inanna el lavandero lavó sus vestidos, a la diosa el carpintero le entregó el huso de la lana en sus propias manos, el alfarero modeló hermosas copas y vasos, el alfarero le entregó sus santos cálices.
El pastor le llevó sus ovejas, se las ofreció. Dumuzi le donó toda clase de plantas lujuriantes como se solía hacer con ocasión de las cosechas. Ella entonces alzó su voz al cielo, la alzó sobre la tierra. Su grito recubrió el horizonte como un mantel, se extendió como un vestido. La diosa lanzó violentos vientos contra las hojas de la planta shumunda, diciendo: “Oh planta shumunda, que tu nombre sea maldito, eres una planta odiosa” …
Después de cuatro líneas incompletas, existe una larga laguna de 33 líneas hasta el final del texto.
Referencias
- Federico Lara Peinado (2017). Mitos De La Antigua Mesopotamia: Héroes, dioses y seres fantásticos (pag.75). Editorial Dilema. ISBN 8498273889.